DEVORACIONES MUTUAS
Cuento Erótico
Por
Julieta Parra
Itatí, estaba lista
para ser entregada a su futuro esposo. Ganado, tierras y canoas,
pagarían el precio de su joven y agraciado cuerpo, su piel quemada
por el sol, sus ojos profundamente negros, misteriosos y rasgados, su
frondosa, infinita y oscura cabellera, toda ella era fuerte, hermosa
y llena de vigor.
Era la única mujer y la
menor de tres hermanos, habitaba con sus padres en una pequeña aldea
perteneciente a la tribu de los guaraníes, una de las mas salvajes
de América del sur, se caracterizaban por hacer del canibalismo el
más elevado de sus rituales, se llevaba a cabo con el fin de
trascender y de llegar a la “Tierra sin mal” lo que para ellos
era un anhelado paraíso terrenal donde para entrar no era necesario
morir, pensaban que en ese lugar los cultivos crecían solos, la
carne, la leche y la miel eran abundantes, no habían enfermedades y
no existía la muerte. Así que la antropofagia practicada casi
siempre con los enemigos era uno de los pasos para alcanzar su
dichoso paraíso. Era dominada y realizada exclusivamente por los
hombres de la tribu, aquellos que ya hubiesen alcanzado cierto nivel
de poder, de autoridad y limpieza de su espíritu.
La aparente delicadeza y
feminidad de Itatí eran un distractor de sus reales e inesperadas
capacidades salvajes, pues era diestra en la preparación de
alimentos “vivos”, manipulando carnes, partiendo cuellos,
arrancando extremidades y entrañas, despellejando y destazando
cerdos. A su corta edad ya era experta cazadora, hábil y muy precisa
en el manejo del arco y la flecha, las macanas y los afiladisimos
cuchillos que ellos mismos hacían con dientes de piraña, destrezas
con las que ayudaba a sus padres y hermanos en la difícil tarea de
atrapar toda clase de mamíferos como carpinchos, tapires y jabalíes,
reptiles de grandes proporciones como la boa y el temeroso caimán
yacaré negro; Amaba ir de pesca con sus hermanos y podían llevar a
su hogar una tarde cualquiera, manguruyúes, sábalos y surubíes
hasta de dos metros de largo.
Itatí entonces gracias
a la fortuna que le otorgaba su impresionante belleza había sido
elegida como concubina principal de un poderoso rey guaraní llamado
Tabaré.
Los sentimientos no eran
tema de discusión en estas familias, así que a pesar de no estar
enamorada de su futuro amo y esposo, por encima de su llanto y de sus
suplicas, de su dolor visceral de tan solo imaginar que en pocas
horas seria poseída de principio a fin por un desconocido, Itatí
fue entregada por la fuerza, a rastras y a punta de golpes a manos de
su padre y sus hermanos a Tabaré.
El rey Tabaré le
esperaba en su primera noche con un banquete para nada frugal e
indeseado, en donde ella saciaría irremediablemente el apetito
desenfrenado y sexual de aquel extraño. Luego de la cena, Itatí
seria despojada de su natural y virginal encanto. Sin embargo en la
mente de la joven no había cabida para ese episodio, maquinaba en su
cabeza alguna milagrosa salida de ultimo momento para poder escapar,
correr lejos y recuperar su libertad. Fue así como decidió tenderle
una trampa al rey Tabaré, como tantas veces en el bosque rayo sus
estrategias para atrapar a sus presas.
Logro entonces
persuadirlo para que la hiciera suya antes de la cena. Desnuda y
adornada en su cabeza con flores de ceibo, comenzó a seducirlo
percutiendo contra el suelo el takuapú, emitiendo un profundo,
hermoso y enloquecedor sonido a los oídos de Tabaré, quien al verla
y escucharla entro en un intenso éxtasis, sin darle tiempo para
reaccionar, se abalanzo a besarle de manera inclemente, la boca, el
mentón, las manos, la espalda y hasta la sombra; lamiendo sus senos,
su vientre, la extensión de sus suaves, húmedos y delicados labios
ocultos, mojando su espíritu, mordiendo su cuello, sus caderas y su
virginal existencia, tomándola por el cabello, estrujando sus
muslos, cabalgando sin descanso en su pubis y en su mente, penetrando
en los rincones de su vulva y de su alma. El sudor de Itatí caía
sobre su rostro y se deslizaba por entre sus firmes pechos y sus
gemidos de dolor se mezclaban con los del placer infinito que
experimentaba Tabaré, quien encontró su clímax al amanecer con un
grito descomunal que traspaso el silencio ensordecedor de la selva.
Una vez satisfecho, el
rey cayo agotado y en un profundo sueño. Era la ocasión perfecta
que tenia la Joven para salir huyendo pues la guardia desprevenida y
su esposo dormido eran las condiciones ideales para el escape
perfecto. Pero un deseo infernal e inexplicable se apodero de Itatí
en ese momento, no quería irse así nada mas, el cansancio físico
jamas experimentado a través del sexo y de ¡ esa clase de sexo! en
su primera vez, le habían despertado un apetito indescriptible por
devorar carne. Cual animal salvaje y hambriento vio en su esposo
dormido la presa ideal.
Ahí estaba la nueva
Itatí, la depredadora, la victimaria despiadada, contemplando a su
rey-jabalí mientras dormía. Sus papilas comenzaron a producir
saliva en grandes cantidades, paseándose la lengua por las comisuras
de los labios, sus manos cual si fueran patas delanteras y acomodadas
en posición de ataque, su respiración entrecortada y ansiosa,
parecían los rugidos de una pantera oca a punto de cazar y sus ojos
negros y brillantes cada vez mas fijos como delgadas lineas indicaban
que estaba dispuesta a saciar el hambre de principio a fin con quien
supuestamente ya la había saciado de otro modo con ella.
Fue así como Itatí, la
habilidosa cazadora, tomo su cuchillo “diente de piraña” que
siempre llevaba con ella y arrojándose sobre Tabaré como indómita
bestia, le atravesó el pecho, los tejidos, el corazón y la vida,
arrancándole los labios, la lengua y el sueño, cortandole la
garganta y sus últimos respiros, devorando sus piernas y sus
entrañas, su cerebro y su existencia. Una vez de carne estuvo
satisfecha, tuvo sed y bebió la sangre del rey, luego camino
desnuda hasta donde aun seguía servida la cena, atraída por el
aroma del dulce de calabacin. Mientras lo saboreaba pensaba para si
misma que no le había disgustado del todo la experiencia con el rey
Tabaré, ahora, su difunto esposo.
Itatí sin darse cuenta
era la primera y única mujer guaraní que había practicado el
canibalismo, dando un paso adelante para llegar pronto su paraíso,
la “Tierra sin mal”.
Poema Erótico basado en el Cuento, ¨Devoraciones Mutuas¨
COSA
DULCE, COSA SABROSA
Por
Julieta Parra
Como
Aarón estoy hasta el cuello enterrada
No
moriré a causa de esta gran hambruna
Dame
tu cuerpo en comunión sagrada
Quiero
tus partes de una en una…
Luego
de los besos te arrancaré la boca
Enredada
tu lengua en mi telaraña
La
comeré con intensa furia loca
Como
temida “viuda negra” y sus artimañas
Sujetaré
tu dorso en posición orante
Mi
fiel “mamboretá” contaré hasta tres…
Prácticas
dudosas, hábitos nocturnos y algo escalofriantes
Devorarte
por dentro, por fuera, al derecho, al revés…
Me
pierdo, me envuelvo y me arropo con tu piel
Banquete
de azúcar, anís y almíbar
Lasciva
y pegajosa es como la miel
De
sin igual textura a mi paladar…
Caníbal
soy por ti y habito en la “tierra sin mal”
Donde
ocurre la insurrección de mis sentidos
Antropófaga
bestia tendrás que alimentar
Bocado
a bocado mis deseos reprimidos…
Visceral
e irracional sentimiento
Tragarte
vivo, digerirte entero
Entrada
de caricias de exagerado condimento
Mi
plato fuerte impaciente espero…
No
se si comenzar por los pies o la cabeza
Al
fin y al cabo te quiero “todo”
Extenderte
de punta a punta sobre mi mesa
Sin
protocolo ni etiqueta te cenaré de todos modos
Concluyo
este manjar de pasiones como “mantis religiosa”
Ansiosa
voy por tu cuello, atravieso tu pecho y llego a tu ombligo
Me
aproximo despacio por tus piernas sudorosas
Como
al pan de cada día, te contemplo, te olfateo y te bendigo…
Tras
la exquisitez de tu carne y la delicia de tus jugos no seré piadosa…
Voy
ahora por mi postre…dame tu cosa dulce, cosa sabrosa!
He venido a visitar tu blog pues quiero seguir aprendiendo sobre este género literario.
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