A la altura perfecta de las provocaciones...

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domingo, 13 de septiembre de 2015


MAKEDA, SALOMÓN Y EL ARBUSTO DE CAFÉ
Versión erótica de la Reina de Saba
Escrita por Julieta Parra


MAKEDA , SALOMÓN
Y EL ARBUSTO DE CAFÉ ARÁBIGO

Por Julieta Parra

Fueron mi instinto y mi olfato los que marcaron la ruta, dejándome llevar por el aroma del placer, ese que me tiene  ahora mismo ante ti, el que me trajo hasta aquí…





La Reina Makeda se hallaba inmersa en un terrible y solitario mar de decepciones, todo su poderío y sus riquezas, incluso su indescriptible belleza le eran indiferentes a sus propios ojos, su infelicidad era inocultable, para muchos arrastrada por su espíritu caprichoso, despreciaba cada día un nuevo hombre, perseguía quizá su alma aquello que era escaso, aquello que irónicamente no podía tener.

Desfiles interminables de príncipes de todas las naciones, faraones, ricos comerciantes, acaudalados extranjeros, ninguno de ellos satisfacía aquello que buscaba la más deseada de las reinas del planeta.
Estaba irascible,  no comprendía el porqué de su soledad, contemplaba de lejos a sus criadas, tal vez incluso ellas tenían mejor suerte que ella, se refugiaba entonces en la música, la escultura, en los versos, en el estudio de la astronomía, cada mañana recorría sola sus jardines tan extensos como su tristeza.

Una noche como tantas no lograba dormir,  así que decidió salir a caminar por uno de sus jardines preferidos, ahí donde sembraba y cuidaba sus flores, sus plantas, sus arbustos. Hacía calor, y su piel morena y brillante contrastaba perfecta y hermosamente con la luna plateada, su túnica vaporosa y sus sandalias color miel, su cabello suelto e intensamente negro, se perdía en el misterio oscuro de aquella noche.

Se detuvo y se dejó extasiar por el aroma embriagador de las flores, pero había una fragancia especial, una que le atraía  en particular.  Se aproximó llevada por su olfato, era el arbusto de café arábigo que con tanto aprecio cultivó su padre, el Faraón  y Makeda heredó estos cuidados como tradición desde niña.  Le causaba curiosidad como buena estudiosa y observadora de la naturaleza, que aquel árbol tuviese flores que solo expedían su aroma cuando los humanos dormían,  las flores blancas del arbusto se abrían mágica y en exclusiva para la noche.  Toda esta fascinación fue creciendo con los días,  fue entonces cuando la reina Makeda, inició un amor incomprensible, un romance de fábula con aquel arbusto, lo visitaba cada noche, lo lamia, lo acariciaba, danzaba a su alrededor, se vestía y se perfumaba sensualmente para él, luego se desnudaba, le veía completamente fálico y erecto, reía con él, le miraba húmeda y seductora, se obsesionó de manera desbordante. 

Por las mañanas llevaba el abono y todos los nutrientes para la tierra del arbusto, le regaba con agua fresca, lustraba sus hojas, aquella planta, era su motivo, su ilusión, en su existencia encontraba sintetizada toda la belleza del universo, toda esa energía podía sentirla, cuando le rodeaba con los brazos, sentía la fuerza gravitacional más intensa que nunca, escuchaba el recorrido de la clorofila casi que por sus propias venas, le comparaba al árbol de la vida y del placer,  Makeda imaginaba que del tronco surgían extremidades,  dedos que la tocaban, brazos que la sujetaban, piernas que la aprisionaban, que locura más orgásmica experimentaba Makeda cada noche. Pero al amanecer volvía a la realidad y recordaba que quizá se trataba de  la alucinación más hermosa producto de sus fantasías y su soledad, ese anhelo por lo ideal, por encontrar perfección en otro ser, ese espíritu de hazaña que surge en ciertos tipos de mujeres, tal vez porque se piensan imperfectas, es como el más intelectual de los complejos. Volvía a la tierra y recordaba que aquel amante era su arbusto de café arábigo. Así que decidió saber de su especie, Makeda creía en la ciencia, y analizaba los procesos de cada cosa, sus porque y para que, su pensamiento científico era cotidiano, lo estudiaba en los detalles y a través de los sentidos, así que se paraba a ver  como tomaban sus semillas en cierta época del año, que hacían con ellas,  como las molían hasta encontrar su punto más fino, las ponían a secar, algunas veces eran maceradas elaborando bloques pequeños, para hervir, pero la transformación que más llamó la atención de la reina, fue aquella que concluía en su presentación más pulverizada usada para una bebida caliente , envolvente y aromática,  ponían el polvo de café en una bolsa hecha con  un lienzo o paño delgado, fino y satinado, filtraban el polvo a través de este colador de tela, el resultado era una bebida alucinante de fragancia mucho más acentuada la cual se expandía lenta y placenteramente por  el espacio más cercano, su sabor era indescriptible, un poco amargo un poco dulce, eufórico y  adictivo.  La reina preguntó de inmediato a las criadas.  – ¿Que bebida es esta que no me han dado, es ambrosia sembrada en los jardines de mi palacio y yo no le conocía, que hacen con ella, en donde es vendida, quien es la reina,  rey, nación, príncipe o princesa comprador de tan maravillosa bebida?-

Respondió a su pregunta, Galé,  la más allegada de sus criadas, - Lo llevan muy lejos, cruzando la frontera egipcia, justo donde empieza el imperio heredado del Rey que compra el polvo de café, su territorio y poderío se extiende desde el Valle Torrencial , hasta el río Éufrates, en Mesopotamia,  cada mes, recogen una cantidad considerable, casi 200 camellos cargados del producto, que le son,  amada reina muy bien pagos a usted, el negocio lo inició hace muchos años su padre el Faraón, el rey que compra el particular producto es un cliente consentido, es sin duda una de los reyes más poderosos y ricos del mundo conocido,  solo existe una condición a su favor y es que a él y solo a él le sea vendida en exclusiva, toda la cosecha.

La reina Makeda, hace un gesto de disgusto y pregunta, -¿Me estás diciendo Galé, que este tesoro que se da en mi palacio no se queda aquí, sino que lo degusta otro imperio, otro rey?
Le contesta Galé- Pero insisto mi señora, es muy bien pago, el rey está dispuesto a todo, hasta medio reino entregaría por tenerlo y disfrutarlo. A Cambio no solo le envía a usted el  oro que paga tres veces lo que cuesta, le envía además especias, telas, y hasta esclavos, le dedica en su templo  grandes ofrendas, la bendice a usted reina  y a todo su imperio, por poseer el producto-

La reina escuchaba atentamente de quien se trataba. Y vuelve a preguntar – ¿Y qué sabes de su carácter, de su nobleza, de su inteligencia, de su apariencia?, ¿Cuál es el nombre del Rey?, es evidentemente un ser con inigualable y exquisito gusto.

Le contestó Galé: -Es el Rey Salomón mi señora, yo no le conozco pero quienes lo han visto aseguran que tiene la presencia de un Dios, su piel es radiante, su apariencia  es fuerte y vigorosa, de mirada hermosa, gusta de las artes, adorador de las mujeres, de nobleza incomparable, justo, pero sin embargo una de sus cualidades resalta sobre las demás,  siendo conocido en muchos imperios a causa de este don-

Makeda, se interesa aún más y pregunta, -¿Y cuál es ese maravilloso don del que me hablas, Galé? Responde Galé -Es un rey, excesiva y sorprendentemente inteligente, destila sabiduría, lo que lo hace el más respetado de los reyes.

Makeda se queda en silencio por un rato, contemplando el horizonte, hace una pausa y pregunta finalmente, - Dime Galé ¿El rey Salomón tiene reina?

 Y Galé le responde, -No, no tiene Reina,  pero tiene mil doncellas que le atienden, lo satisfacen y le adoran.

Al día siguiente la Reina Makeda hizo como de costumbre el ritual con el arbusto de café arábigo en una euforia absoluta, llegada la noche,  organizó un largo viaje, cientos de camellos cargados con ofrendas, regalos como oro, sedas, especias, vino, flores, madera, piedras preciosas, danzarinas, panderetas, arpas, brazaletes, eran los presentes con los que la reina Makeda,  iba a saludar y a conocer al tan afamado rey, mientras avanzaban,  una de sus criadas le contó una particular anécdota del rey Salomón, se trataba de dos mujeres que se disputaban ser la madre de un recién nacido, vivían juntas, se embarazaron y parieron al tiempo,  pero una de ellas en su profundo sueño no se dio cuenta y asfixio con su cuerpo al niño,  mientras la otra mujer dormía a su lado,  así que al enterarse de la tragedia, la perversa mujer, cambió los bebes, dejando el pequeño sin vida al lado de su compañera, comenzó a gritar - ¡Has matado a tu propio hijo!- la otra mujer lloraba desconsolada y aseguraba que el niño vivo le pertenecía.  El caso llegó a oídos del rey, quien ordenó el arresto de las dos mujeres y que inmediatamente fueran llevadas ante él. El palacio estaba atestado de gente que quería presenciar el desenlace de la historia para darle castigo a quien lo mereciera y entregar el niño a su verdadera madre.  Estaba el rey en su trono y las dos mujeres lloraban en su presencia mientras la muchedumbre esperaba en silencio. El Rey preguntó- ¿Quién es la madre del niño?
Las mujeres contestan a la vez – ¡Soy su madre! - ¡No, ella miente,  soy yo la madre!
El Rey preguntó de nuevo -¿Quién es la verdadera madre del niño?
Nuevamente las mujeres responden al tiempo,
 – ¡Soy su madre! - ¡No, ella miente,  soy yo la madre!

El Rey calla, observa un punto fijo, mira el niño, a los ojos, lo toma en sus manos, lo eleva como si fuese una ofrenda la cielo y dice,  -Amado Padre, como esta tan difícil reconocer la verdad, y no voy a defraudarte siendo un rey injusto, me temo que partiré el niño en dos para que estas mujeres tengan cada una la mitad del pequeño.-

Las mujeres y toda la gente, quedaron estupefactos, ellas lloraban, otros murmuraban, rostros horrorizados pensando en la crueldad del rey. De inmediato, El Rey Salomón, hace traer el hacha, pone el niño en el centro y dice por última vez,  -si su madre verdadera no se manifiesta pártelo en dos, al contar hasta tres, uno, dos…-   Al dar la señal, una de las mujeres cubre él bebe, se pone entre el verdugo y el niño,  y grita, - ¡No le hagas daño, dáselo a ella, pero déjalo vivir!
Así que el rey dice- detente guardia, detente-

 El rey se acerca y le pregunta a la mujer que continua protegiendo al pequeño, -¿Así que prefieres dárselo a ella pero verlo vivo, tal vez para verlo crecer?-  La mujer replico ahogada en llanto, que sí, que se resignaba a entregarlo con tal que lo dejaran vivir.
El rey dijo, - Mujer, toma a tu hijo y ve tranquila,  tu eres su madre, solo una verdadera madre haría tal sacrificio-

Todos estaban impresionados, maravillados con la sabiduría de su rey. La reina Makeda impactada con la historia, ahora estaba más deseosa que nunca de conocerlo, pues la inteligencia era una virtud que generaba en ella una clase de admiración que no conocía los límites.

La Reina Makeda y todas sus tropas llegaron a su destino.  El encuentro público fue centelleante, ojos de rey y reina  se encontraron, el quedo atónito con su belleza, con su piel morena, sus largos y abundantes cabellos, sus ojos oscuros y profundos, ella estaba extasiada con su presencia, su grandeza, su porte, su boca y su voz.

El gusto y la atracción entre los dos, fue inmediato, fue evidente ante todos.  Hicieron una  fiesta inigualable, en donde la abundancia de ambos reinos saltaba a la vista, la reina entregó sus ofrendas, él le ofreció una velada acompañados por sus tropas de confianza, por sus servidores más queridos, una noche al borde del rio, armaron tiendas para el disfrute, música, danzarinas, flautas, perfumes, aceites, incienso, vino y un enorme banquete para todos los presentes, en honor a la amistad establecida por los dos reinos.

A la media noche,  la reina Makeda le hace saber al rey que va a descansar, le agradece en ovación, el feliz le mira, besa sus manos y públicamente también le agradece. Todos se retiran a dormir, a descansar, ella camina hacia su tienda.

Entrada ya la madrugada, el deseo de ambos estaba a punto de consumirlos como el fuego, era incontenible,  ella suspiraba, el sudaba y respiraba fuerte, el corazón de ambos palpitaba de emoción, pensando en sus miradas, en lo que sentían al tenerse tan cerca.

El rey no aguantó, así que silenciosamente se acercó hasta la tienda de Makeda, entró sin dudarlo y se dio cuenta que ella estaba despierta y a propósito para él,  solo se cubría con una túnica, casi transparente.  Se miran, se desean,  ella desliza la túnica y queda deliciosamente desnuda ante los ojos del rey.

Él se aproxima y se besan, delicada y luego apasionadamente, mientras sus manos inquietas se exploran mutuamente, la reina con susurra al oído del rey,

Has llegado a mi tienda en la libidinosa noche de mi luna llena
Tu sexo huele a manojos de mirra, áloe y hierbabuena
Has traído contigo aceites y esencias  que cubrirán mi pecho
Extasiando mi madrugada y mojando con tus sudores mi lecho


Aprisióname ahora con tus  piernas de mármol, tus columnas macizas
Que yo me  derramaré a ríos y entre gemidos mientras me amacizas
Pasea con tu lengua  por entre mis senos, dos crías mellizas de gacela
Que yo aullare, como  loba excitada, esa que te  lame, esa que te cela


Soy  tu Reina de Saba, la hija del faraón,  tu amiga amante morena
Que los contornos de mis muslos te reclaman y mis anhelos se multiplican como arena
Que tengo prisa por tenerte  y mi nardo ya exhala  su fragancia
Y este trigo que reposa en mi vientre se marchita con el tiempo y la distancia


Hay un propósito divino cuando me raptas, cuando me desnudas y me haces tuya
Dejemos que como el vino de tus amores la pasión y el deseo fluyan
Que mis versos se hacen sagrados y mi alma se santifica
Codiciable y hermoso amante mi espíritu y mi cuerpo a tu anatomía glorifican






Luego de hacer durante toda la madrugada el amor, entre fluidos y caricias, entre jadeos y miradas,  Salomón y Makeda, se quedan abrazados, desnudos y dormidos.
Al despertar, eran hembra y macho al final de una memorable faena, rendidos de placer. Él quiere honrarla, atenderla así que se pone primero en pie, le prepara una deliciosa poción caliente y humeante de Café Arábigo, como símbolo de la unión de sus cuerpos.

La reina Makeda había encontrado en su rey Salomón, la esencia de aquel arbusto de café arábigo, sus plegarias habían sido escuchadas, sus anhelos ahora eran satisfechos, ese árbol era su rey, el arbusto ahora era el hombre que dormía entre sus senos y yacía en su vientre.








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